“UN CASTILLO PARA MI HIJA”: EL REGALO ETERNO DE UN PADRE QUE CONVIRTIÓ SU DOLOR EN AMOR

Apastepeque, San Vicente. — En el silencio del cementerio municipal, entre lápidas y flores marchitas, se alza un pequeño castillo blanco que ha conmovido a toda una comunidad. No fue construido por encargo ni por lujo, sino por amor. Su creador, Daniel Mejía, un humilde albañil, levantó esta obra en memoria de su hija, Greysel Julieth Mira Mejía, quien falleció antes de nacer.
El castillo, con sus torres y arcos cuidadosamente elaborados, no es solo una tumba: es un testimonio vivo del vínculo que trasciende la muerte. Con sus propias manos, Daniel convirtió su dolor en arte y su pérdida en una expresión de amor eterno.

“Quise hacerle algo hermoso, algo digno de ella. No pude verla crecer, pero este castillo es mi forma de abrazarla cada día”, relató el padre a medios locales, mientras mostraba los detalles que ha añadido con el paso del tiempo.
El monumento, que se ha vuelto un punto de visita en el cementerio, destaca entre las tumbas tradicionales y ha despertado admiración y respeto entre vecinos y visitantes. Muchos se detienen frente a él, en silencio, reflexionando sobre la fuerza del amor y la capacidad humana de transformar la tristeza en esperanza.
En un mundo donde muchas historias se desvanecen con los años, la de Daniel y su hija Greysel Julieth perdura como una prueba de que el amor verdadero no muere: solo cambia de forma.

