OPINION

SEGUNDA ENTREGA: 2025: EL FUTURO DE EL SALVADOR ANTE LA CONTINUIDAD DEL GOBIERNO DE BUKELE

Desde Afuera

Por: Douglas Agreda

Al iniciar 2025, la situación de El Salvador sigue siendo un reflejo de la gestión del presidente Nayib Bukele. Los logros en términos de seguridad y crecimiento económico continúan siendo los puntos más destacados, pero los desafíos de inclusión social, derechos humanos y distribución equitativa de los recursos siguen siendo temas pendientes.

Si bien la reducción de la violencia es uno de los mayores éxitos de la administración Bukele, el control social a través de medidas excepcionales ha dejado un costo en las libertades individuales. La comunidad internacional observa con cautela la situación, temerosa de que la estrategia de seguridad del gobierno se convierta en una herramienta de represión, afectando a la población más vulnerable, especialmente a aquellos que no tienen acceso a la justicia ni a un proceso legal justo. Las denuncias de detenciones arbitrarias y violaciones de derechos humanos continúan siendo una preocupación central.

En términos económicos, el año 2024 cerró con un crecimiento moderado, pero la población sigue enfrentando altos niveles de pobreza y una creciente desigualdad. Las políticas de austeridad y la falta de inversión en servicios públicos esenciales han dejado a muchos salvadoreños en una situación precaria. A pesar de los avances en la infraestructura, los beneficios no se reflejan en el día a día de la mayoría de la población, que sigue dependiendo de las remesas enviadas desde el exterior para subsistir.

Una de las principales incógnitas para el 2025 es cómo el gobierno manejará el crecimiento de la deuda pública y la dependencia de fondos internacionales. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) podría ser un punto de inflexión en términos de financiamiento para proyectos de infraestructura, pero también podría traer consigo condiciones que afecten la capacidad del gobierno para satisfacer las necesidades sociales y económicas de los salvadoreños más vulnerables.

En este contexto, el panorama internacional también juega un papel crucial. La diáspora salvadoreña, que sigue siendo uno de los mayores motores de la economía, observa atentamente los cambios políticos y económicos en El Salvador. Mientras algunos celebran las mejoras en seguridad, otros siguen cuestionando las políticas que afectan a las clases más desfavorecidas. La percepción externa de El Salvador sigue siendo compleja, con un equilibrio entre la admiración por los avances en infraestructura y la seguridad, y la preocupación por las políticas autoritarias y los derechos humanos.

En resumen, El Salvador sigue siendo un país de contrastes. El crecimiento económico y la seguridad son avances importantes, pero las tensiones sociales y la desigualdad persisten. El futuro de El Salvador depende de cómo el gobierno de Bukele maneje estos desafíos, asegurando que los beneficios del desarrollo lleguen a todos los ciudadanos, no solo a los sectores privilegiados. La tarea para el gobierno en 2025 es clara: continuar con la modernización del país, pero sin perder de vista la equidad y el bienestar de su población más vulnerable.

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