Primera entrega: El Salvador en 2024: Avances y Desafíos bajo la Gestión de Bukele
Desde Afuera
Por: Douglas Agreda
En 2024, El Salvador continúa navegando por una serie de transformaciones políticas y económicas impulsadas principalmente por el gobierno de Nayib Bukele. Desde el exterior, la percepción sobre el país es ambigua. Mientras que en algunos sectores se celebran los avances en seguridad y modernización, otros señalan las dificultades que enfrentan las poblaciones más vulnerables ante políticas de austeridad y falta de inclusión.

Uno de los logros que el gobierno ha logrado capitalizar es la notable reducción de la violencia. La tasa de homicidios ha descendido a niveles históricos gracias a la implementación de la política de mano dura contra las pandillas, que incluye el régimen de excepción y el control territorial. Este avance ha sido visto con optimismo tanto por los salvadoreños dentro del país como por la comunidad internacional, que observa a El Salvador como uno de los países más seguros de la región en comparación con otras naciones de Centroamérica.

A nivel económico, el país ha experimentado un crecimiento moderado, impulsado en parte por el sector de las remesas y las inversiones extranjeras. Sin embargo, los beneficios de estos avances no se distribuyen equitativamente. La pobreza sigue siendo una realidad para un alto porcentaje de la población, especialmente en las áreas rurales y marginadas. La falta de acceso a servicios básicos como la educación y la salud sigue siendo una barrera para que una gran parte de la población pueda experimentar las mejoras que se anuncian en las estadísticas macroeconómicas.

Por otro lado, el gobierno de Bukele ha apostado fuertemente por la infraestructura como motor de desarrollo, con proyectos emblemáticos como el Nuevo Puerto en La Unión, construido en colaboración con Turquía, y la modernización de ciudades como San Salvador. Sin embargo, los críticos señalan que estos avances no son suficientes si no se prioriza la calidad de vida de la población más vulnerable.

En este contexto, la desconfianza hacia las políticas económicas se ha intensificado. A pesar de los discursos sobre crecimiento, muchos salvadoreños continúan dependiendo de las remesas enviadas por los compatriotas en el exterior, y en muchos casos, el trabajo informal sigue siendo la única opción viable para sustentar a sus familias. La pregunta que persiste es: ¿quién está realmente beneficiándose de este crecimiento? Si bien los sectores urbanos y las élites políticas han visto mejoras, las clases bajas y medias aún no perciben los beneficios tangibles de la “transformación económica”.
La situación es compleja. A pesar de las promesas de modernización, el país aún enfrenta desafíos sustanciales en términos de desigualdad social y pobreza. Las políticas de seguridad, aunque efectivas en ciertos aspectos, han sido acusadas de violaciones de derechos humanos, lo que genera preocupación entre las organizaciones internacionales. Mientras tanto, las inversiones extranjeras, particularmente en sectores como el turismo, la tecnología y la construcción, continúan siendo una fuente de esperanza para algunos, pero no garantizan una mejora inmediata en la calidad de vida de los más necesitados.
