HUNTER BIDEN VS. BUKELE: CUANDO LA RABIA PERSONAL EXPONE EL CINISMO POLÍTICO
Desde Afuera
Douglas Agreda
La política migratoria de Estados Unidos no solo se mide por sus leyes o decretos presidenciales. A veces, se desnuda en explosiones emocionales, como la que protagonizó recientemente Hunter Biden, hijo del expresidente Joe Biden, en una entrevista con el Channel 5. Sin cargo público ni investidura oficial, pero con un apellido que todavía pesa, Hunter soltó una serie de declaraciones cargadas de ira, insultos y contradicciones que bien valen una disección.

Eso dijo. Así, sin filtros. Amenazando con invadir El Salvador si Nayib Bukele no repatriaba a los más de 250 venezolanos que habían sido enviados por la administración Trump a la megacárcel del CECOT.
A estas alturas, la confusión política es tan grande que un hijo dolido actúa como portavoz moral del gobierno anterior, sin que nadie sepa bien si habla por el legado de su padre o contra el desastre que ahora representa la política de Trump.

El “he” es Bukele, a quien acusa de violador de derechos humanos, dictador y matón. Pero lo que no menciona es que el responsable directo de las deportaciones que llenaron el CECOT fue Donald Trump, presidente en funciones desde enero de 2025.
Es fácil perder la brújula cuando se mezcla frustración personal, defensa del apellido y una rabia que suena más a desahogo que a análisis. Pero las palabras de Hunter tienen un valor simbólico: son la confesión involuntaria de que el sueño humanitario migratorio de Biden terminó en pesadilla, deportaciones y canjes diplomáticos a puertas cerradas.
Para rematar, Hunter lanzó una frase que pretendía ser progresista pero sonó igual de incendiaria:

¿Estadística? ¿Exageración emocional? ¿Justificación de su punto? Tal vez todo junto, pero dicho con la misma crudeza con la que él cree que se debe hablar de temas serios. El problema es que no todos los micrófonos son catarsis, ni toda rabia es argumento.
Bukele, maestro del sarcasmo en redes sociales, no se dejó esperar: “¿Hunter está inhalando leche en polvo?”

Una respuesta que mezcla burla con insinuación sobre su pasado de adicciones. Un comentario cruel, sí, pero eficaz en términos de opinión pública. Mientras Hunter gritaba, Bukele lo ridiculizaba.
Hunter gritó con la furia de quien sabe que su apellido ya no gobierna. Bukele contestó con la soberbia de quien sabe que no necesita pedir permiso.
¿El último clavo en el ataúd del discurso humanitario?
Aunque Hunter Biden no ocupa ningún cargo público, su apellido tiene peso simbólico. Y su ataque dejó entrever que incluso desde el núcleo del bando demócrata, hay una sensación de derrota frente a la narrativa migratoria. Lo que su padre construyó —CBP One, paroles, flexibilización legal— ha sido desmantelado, y en algunos casos, como el del CECOT, transformado en una pesadilla diplomática.
El cruce con Bukele, más que una anécdota mediática, puede verse como el cierre de un ciclo: el de la ilusión de una política migratoria moralmente coherente en tiempos de realpolitik.

Y en el centro de todo esto, los venezolanos migrantes —deportados, usados, encerrados, canjeados— siguen siendo piezas de ajedrez en el tablero de líderes que se insultan desde sus palacios, sus podcasts o sus cuentas de X.