NO ES LO MISMO VERLA VENIR, QUE TENERLA ENFRENTE
El ulullar de la sirena de un carro de la policía – un pick up, para ser precisos-, abría paso enmedio de un tumulto de carros que esperaba el cambio de semáforo, en las cercanías del Hotel Real Intercontinental, de San Salvador.
Era seguido de cerca por un vehículo de una funeraria que parecía cargar en sus espaldas un mausuleo dorado, que resplandecía con los rayos del sol que se filtraban entre los agujeros de una telaraña de nubes, que se posaba esa tarde de sábado, sobre la capital salvadoreña.
Zigzagueando entre los carros varados, el vehículo policial, junto a la carroza funeraria, se escabullían a toda prisa, seguidos por otros tres coches, a manera de tren, que cargaban a contados dolientes, algunos de quienes cubrían sus rostros con una mantilla negra.
La caravana de coches, que se pasó el semáforo en rojo, parecía el agitado cortejo presidencial que los salvadoreños estamos acostumbrados a ver en alguna calle capitalina, cuando los gobernantes se desplazan a su oficina o a algún evento público.
Pero todo indicaba que ese alboroto de la tarde del sábado, se trataba de un cortejo fúnebre de una víctima del Covid-19, una escena que los salvadoreños nos estamos acostumbrando a ver a diario en todo el territorio nacional, sin ceremonias ni reverencias de ningún tipo…para nadie…!!!
Sólo ese sábado, según algunos colegas periodistas, fueron sepultados a secas, 14 infortunados en el Cementerio Municipal La Bermeja, en el sur de la capital salvadoreña, que se ha convertido en el santuario de las víctimas del coronavirus.
El cuerpo que era transpotado en el carro fúnebre, de seguro habría sido el de alguno de los cientos de salvadoreños que han muerto de «neumonía», uno de los casos «sospechosos» del Covid-19, que no habría sido incluído en el listado oficial de fallecidos, porque no le habrían realizado la prueba para la detección del mal, para oficializar su deceso por coronavirus.
Las más de dos mil pruebas diarias para la detección del Covid-19, no han sido suficientes para realizarlas a los 7 millones de habitantes que somos en El Salvador.
Lo que parecía lejano hace algunos meses atrás y que veíamos que sucedía en otros países, ahora lo estamos viviendo en carne propia y, aún así, seguimos habiendo incrédulos de la letalidad del Covid-19. No es lo mismo verla venir, que tenerla enfrente.
Fotos cortesía…