MOVILIDAD HUMANA EN EL SALVADOR: UN DESAFÍO Y UNA OPORTUNIDAD
Por
Douglas Agreda
El Salvador es un país de migrantes. Durante décadas, la movilidad humana ha sido una constante en la realidad salvadoreña, con miles de ciudadanos que buscan mejores oportunidades en el exterior debido a la falta de empleo, la inseguridad y la inestabilidad económica. Sin embargo, en los últimos años, el gobierno salvadoreño ha tomado un rol más activo en la gestión de este fenómeno, impulsando iniciativas en conjunto con organismos internacionales como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) para fortalecer la atención a la diáspora, facilitar la reintegración de retornados y fomentar la inversión de los salvadoreños en el exterior en el desarrollo del país.

Uno de los avances más significativos ha sido la formulación de la Política de Movilidad Humana, un esfuerzo conjunto entre el gobierno y la OIM que busca establecer un marco normativo y operativo para atender a la población migrante y retornada. Esta política no solo busca garantizar derechos fundamentales, sino que también promueve la vinculación de la diáspora con el desarrollo nacional, reconociendo su papel crucial en la economía salvadoreña. La implementación de programas de asistencia, asesoría consular y estrategias para la integración de retornados ha permitido que los migrantes salvadoreños no solo sean beneficiarios de estas políticas, sino también actores activos en el progreso del país.

La importancia de la movilidad humana radica en su impacto multidimensional. En términos económicos, los salvadoreños en el exterior envían remesas que representan aproximadamente el 25% del PIB, un soporte fundamental para muchas familias y un pilar clave para la estabilidad económica del país. No obstante, el reto radica en convertir esas remesas en una herramienta de desarrollo sostenible. En este sentido, la colaboración con la CEPAL y el FIDA, impulsada por el gobierno salvadoreño y la OIM, ha abierto oportunidades para que las remesas sean utilizadas en proyectos productivos que fortalezcan el tejido empresarial y generen empleo.

Además, la movilidad humana también tiene implicaciones sociales y culturales. La diáspora salvadoreña juega un papel crucial en la promoción de la identidad nacional en el extranjero y en el establecimiento de redes de apoyo que facilitan la integración de nuevos migrantes. La OIM ha sido clave en la creación de espacios de diálogo entre el gobierno y la diáspora, fortaleciendo la diplomacia consular y fomentando la participación de los salvadoreños en el exterior en procesos de toma de decisiones.
Por otro lado, el gobierno salvadoreño enfrenta desafíos importantes en la atención a los migrantes retornados. Muchos de ellos regresan sin una red de apoyo sólida, con dificultades para reinsertarse en el mercado laboral y, en algunos casos, enfrentando problemas de discriminación o estigmatización. Las políticas de reintegración han buscado abordar estas problemáticas, pero aún queda un largo camino por recorrer. La OIM ha desarrollado programas específicos para facilitar la adaptación de los retornados, brindando asistencia psicológica, capacitación laboral y acceso a oportunidades de emprendimiento.

Es fundamental que el gobierno continúe fortaleciendo su alianza con la OIM y otros organismos internacionales para consolidar una política migratoria integral que no solo atienda las necesidades inmediatas de los migrantes, sino que también promueva un desarrollo inclusivo y sostenible en el país. La movilidad humana no debe verse únicamente como un problema, sino como una oportunidad para transformar El Salvador en un país que ofrezca condiciones dignas para que sus ciudadanos puedan prosperar sin la necesidad de emigrar forzadamente.
La gestión de la movilidad humana en El Salvador es un reto complejo, pero también una gran oportunidad para el desarrollo. El gobierno, con el apoyo de la OIM, ha dado pasos importantes en la atención a los migrantes y la diáspora, pero aún hay desafíos que requieren un esfuerzo conjunto y sostenido. La clave está en transformar la migración en un motor de crecimiento y no en una señal de desesperanza. Para ello, es necesario fortalecer las políticas públicas, garantizar la inclusión de los migrantes retornados y maximizar el potencial de la diáspora en la construcción de un futuro más próspero para todos los salvadoreños.